“El no era el tipo de persona que discute de forma lógica. Lo que más quería en el mundo era que la gente fuera feliz”, propone Touching From a Distance, biografía de Ian Curtis y relato sobre aquella melodramática era de Joy Division y el post punk. ¿Quién lo dice? Deborah Woodruff, a la postre Curtis, viuda del enfant terrible y opaco de la música de Manchester. Resulta hasta irónico, dado que la asociación inmediata es la del poeta y cantante con la oscuridad, la nostalgia, la inestabilidad emocional y la imprevisibilidad mental y hasta física.
Rondando sus veintes, el inglés fue uno de los mayores médiums habidos en la historia del rock; y ese cetro impone un mito a escala, profundo y en monocromo, un mar enturbiado de experiencias pringadas de daño, abandono y frustración.
A toda la distancia que el título de la obra, la muerte del personaje y el rescate de su obra suponen, Touching From a Distance vino en su momento –su edición original en inglés es de 1995, y llega ahora en español gracias a la gestión de la editorial local Dobra Robota– a anteponerse a eso desde el relato cotidiano de quien fuera su amiga, luego esposa, madre de su hija y finalmente viuda. A contar el lado realmente salvaje y frágil de Curtis, el de detrás de escena, el que jugaba al pool y estaba dispuesto a capearle a cualquier tormenta para erigir una familia feliz.
El tomo de Deborah Curtis es un intento por captar y amplificar los reflejos de luz de Ian, y sigue funcionando a más de 20 años de su publicación y 37 de la muerte del poeta y músico. Y mientras sigue siendo desmentido o criticado, aún así permanece válido como documento de las condiciones de realización musical de una de las diez bandas fundamentales de la historia del rock.
Príncipe oscuro
Nota para el Suplemento No! por Luis Paz.
“El no era el tipo de persona que discute de forma lógica. Lo que más quería en el mundo era que la gente fuera feliz”, propone Touching From a Distance, biografía de Ian Curtis y relato sobre aquella melodramática era de Joy Division y el post punk. ¿Quién lo dice? Deborah Woodruff, a la postre Curtis, viuda del enfant terrible y opaco de la música de Manchester. Resulta hasta irónico, dado que la asociación inmediata es la del poeta y cantante con la oscuridad, la nostalgia, la inestabilidad emocional y la imprevisibilidad mental y hasta física.
Rondando sus veintes, el inglés fue uno de los mayores médiums habidos en la historia del rock; y ese cetro impone un mito a escala, profundo y en monocromo, un mar enturbiado de experiencias pringadas de daño, abandono y frustración.
A toda la distancia que el título de la obra, la muerte del personaje y el rescate de su obra suponen, Touching From a Distance vino en su momento –su edición original en inglés es de 1995, y llega ahora en español gracias a la gestión de la editorial local Dobra Robota– a anteponerse a eso desde el relato cotidiano de quien fuera su amiga, luego esposa, madre de su hija y finalmente viuda. A contar el lado realmente salvaje y frágil de Curtis, el de detrás de escena, el que jugaba al pool y estaba dispuesto a capearle a cualquier tormenta para erigir una familia feliz.
El tomo de Deborah Curtis es un intento por captar y amplificar los reflejos de luz de Ian, y sigue funcionando a más de 20 años de su publicación y 37 de la muerte del poeta y músico. Y mientras sigue siendo desmentido o criticado, aún así permanece válido como documento de las condiciones de realización musical de una de las diez bandas fundamentales de la historia del rock.